Cesar Lerena

Yo tengo mis amores en el Mar (Carolina Coronado)

¡Hijo del mar, espíritu querido!,

alto ingenio inmortal de la poesía,

escucha desde el mar este gemido

que mi amoroso corazón te envía:

yo te adoro en el mar, y yo he venido

a escuchar en sus hondas tu armonía

y en su brisa tu aliento a respirar,

porque están mis amores en el mar.

Muchas noches al rayo de la luna

te he visto en la mitad del Océano

maldiciendo el rigor de tu fortuna

y mi sombra hacia ti llamando en vano;

y a las olas que van una por una

a estrellarse en el muro gaditano,

les digo que te lleven mi cantar

cuando se tornen con la aurora al mar.

Sobre esa torre que en la noche oscura

brilla como la luz de tu mirada,

muchas veces también subo agitada

a mirar tu bajel desde la altura;

y si está su bandera enarbolada,

mi voz en las borrascas te conjura

para que puedan libres navegar

los amores que tengo en este mar.

Pregúntale a la tórtola africana,

si al cruzar por las costas españolas,

no me encontró llorando esta mañana

al pie de las marinas banderolas;

yo le rogué que fuera por las olas

a buscar a tu nave soberana,

y a decirte, poeta, en su cantar

que tengo mis amores en el mar.

Tú de mi juventud primer suspiro,

la primera ilusión de mis cantares,

el fecundo laurel del Manzanares,

cuyas hojas perfuman mi retiro;

tú cuya imagen en las olas miro,

porque eres hijo de los bellos mares,

escucha, si me puedes escuchar,

el amoroso adiós que doy al mar…

Perdón, amigos, si al sonar mi acento

en el último adiós de despedida,

la mente absorta en su ilusión querida

arrebató mi voz por un momento:

nunca de la amistad el sentimiento

mi agradecido corazón olvida;

pero mirad cuán grande es mi penar

que dejo mis amores en el mar.

Vagarosa ilusión del alma mía

es ya la imagen que en las olas veo;

pero es la sola dicha que poseo,

y venturosa en mi ilusión vivía;

y al dejar esa dicha que tenía,

cuando perderla para siempre creo,

sólo deciros puedo en mi cantar

que tengo mis amores en el mar.

Perdón, amigos, si empecé mi canto

a una memoria de eternal consuelo,

y por amante respetad mi duelo

si al recordar su nombre sufro tanto;

y por amante respetad mi llanto

si en esta agitación y este desvelo

al deciros adiós vengo a llorar

¡porque dejo su tumba en ese mar!

Harto dolor aguarda a mi existencia

lejos del mar que mi tristeza calma,

arrebató mi voz por un momento:

nunca de la amistad el sentimiento

mi agradecido corazón olvida;

pero mirad cuán grande es mi penar

que dejo mis amores en el mar.

Vagarosa ilusión del alma mía

es ya la imagen que en las olas veo;

pero es la sola dicha que poseo,

y venturosa en mi ilusión vivía;

y al dejar esa dicha que tenía,

cuando perderla para siempre creo,

sólo deciros puedo en mi cantar

que tengo mis amores en el mar.

Perdón, amigos, si empecé mi canto

a una memoria de eternal consuelo,

y por amante respetad mi duelo

si al recordar su nombre sufro tanto;

y por amante respetad mi llanto

si en esta agitación y este desvelo

al deciros adiós vengo a llorar

¡porque dejo su tumba en ese mar!

Harto dolor aguarda a mi existencia

lejos del mar que mi tristeza calma,

y harta paciencia necesita el alma

para sufrir, amigos, esta ausencia;

pero si logro al fin con la paciencia

de mi martirio conquistar la palma,

yo volveré después de mi penar

a buscar mis amores en el mar.

Más tarde o más temprano mi barquilla

naufragará en la costa gaditana,

y arrojará la mar hasta la orilla

entre la espuma mi reliquia humana;

y esa poetisa, que me nombra hermana,

os dirá con su voz clara y sencilla:

«Aquí vino su sombra a descansar, porque están sus amores en el mar».

Carolina Coronado

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