El 3 de octubre pasado La Voz de Galicia nos anunciaba que «Galicia y Madrid animan a la Argentina a suscribir el pacto del Mercosur con la Unión Europea, impulsando el intercambio de productos pesqueros y el abastecimiento de materia prima para la industria española a precios más competitivos» y que, mientras «el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, instaba al futuro gobierno de Argentina a suscribir el acuerdo Mercosur con la UE que le daría acceso a aquella a un mercado europeo de 500 millones, la Secretaria General de Pesca, Alicia Villauriz, le indicó al Subsecretario de Pesca argentino Juan Bosch, que el citado pacto comercial se presenta, como «muy ventajoso para ambos países».
Imaginémonos el diálogo, no durante el descubrimiento de América en 1492, sino en el mismo octubre pero del 2019 en Vigo, entre Alicia Villauriz oficiando de Colón y Bosch, de indígena recibiendo encantado los espejitos de colores: Señor Indígena: ustedes nos entregan todos los recursos pesqueros sin procesar (la materia prima) del Atlántico Sur, que se sumarán a los recursos argentinos que nosotros extraemos con permisos ilegales británicos o sin ellos de la zona de Malvinas, les entregamos los espejitos de colores y, nosotros en el Reino de España, los industrializamos y les damos trabajo a los españoles y distribuimos los productos por toda la Unión Europea «que consume mucho pescado», a lo que el Indígena, superando la primera impresión, se anima y le pregunta a Colón: bueno, pero por favor, le ruego que nos permita ingresar nuestras materias primas sin aranceles al viejo mundo?
Los argentinos azorados, pero no es distinta a la realidad de nuestras exportaciones actuales de materias primas pesqueras que se procesan fuera del país, como producto de la aplicación de políticas que desalientan toda la producción nacional. Bosch, un representante fiel de la actividad extractiva pesquera que desatiende el desarrollo de la industria pesquera nacional.
El Acuerdo con la Unión Europea, transitará un complejo camino de ajustes y aprobaciones por parte de los Estados, pero, en cualquiera caso, si se tratase de una «Asociación Estratégica” entre el MERCOSUR y la Unión Europea, de ninguna manera, podría estar destinado a que la Argentina provea materias primas y España las industrialice. Eso es lo que viene ocurriendo hasta hoy sin Acuerdo y, lo primero que debiera suceder, es que España retire sus barcos pesqueros del Atlántico Sur y, entender, que, si bien Europa tiene un mercado demandante, la Argentina tiene el recurso para satisfacer esa demanda, para lo cual, los buques españoles que realizan pesca ilegal (INDNR) en las aguas argentinas deben cesar de realizar esta práctica ya prohibida en 2008, tanto por la Unión Europea como por la Argentina.
Los equipos técnicos del próximo gobierno tienen claro, que la Argentina necesitará una importante cantidad de divisas para enfrentar los compromisos de pago de las deudas que deja el gobierno saliente; a la par, de reactivar el sector industrial para promover y registrar nuevos empleos, revirtiendo los altísimos índices de pobreza y desocupación.
La industria pesquera, la industria naval y sus industrias conexas pueden ser importantes proveedores de dólares, de bienes y generadoras de empleo.
Para ello, en primer lugar, el gobierno debiera hacer llegar al sector productivo y del trabajo mensajes claros respecto a que la explotación de los recursos del Estado se habrá de concesionar a aquellas empresas cuyos proyectos pesqueros generen alto valor agregado, es decir que, tratándose de una actividad fundamentalmente exportadora, genere el ingreso de divisas para el país y ocupación de mano de obra intensiva y calificada.
Accesoriamente a ello, pero no menos importante, es que las concesiones deben ocupar los territorios marítimos estratégicos y en su caso, competir con la captura extranjera de todos los recursos migratorios que tienen origen en la Zona Económica Exclusiva o están asociados.
La adjudicación de Cuotas o Autorizaciones estarán atadas a proyectos pesqueros que aseguren estas premisas básicas, de modo, que la administración del recurso sea sostenible económica, biológica y socialmente.
La exportación de commodities. No es admisible que el 65% de las exportaciones sean commodities y que la Argentina transfiera el trabajo, tal es el caso, del reproceso del langostino a Perú, Ecuador, Guatemala o Bolivia, o la exportación de pescados sin valor agregado a la Unión Europea o China; mientras la Argentina alcanza tasas de desempleo del orden del 10,6%. Los empresarios deberán llegar a los acuerdos necesarios para asegurar la competitividad generando trabajo. Las excepciones debieran estar referidas únicamente a la pesca estratégica en las áreas sensibles de explotación de los recursos migratorios.
Recuperación de las capturas de los buques extranjeros. La Argentina debe buscar los mecanismos para recuperar en forma sostenida y progresiva los recursos que pierde en manos de los buques pesqueros extranjeros, entre los que se encuentran los españoles. Ello se debe traducir inicialmente en la generación de acuerdos con empresas nacionales, empleo portuario y de provisión de insumos y, avanzar hacia procesos industriales crecientes en la Argentina.
Industrialización de descartes y la pesca incidental. El país no puede seguir descartando proteínas, por lo cual los descartes por razones comerciales o derivados de pesca acompañante deben destinarse a su industrialización. No solo porque pueden resolver la alimentación proteica de millones de niños y adolescentes, sino porque pueden representar un número equivalente al 50% del empleo actual, ya que hay formas para el aprovechamiento de las especies descartadas, que no han sido utilizadas hasta la fecha, sin que ello deba representar una pérdida de rentabilidad empresaria o del sector laboral. Por otra parte, hay medios técnicos para resolver en muy corto plazo las prácticas de sustitución de especies que distorsionan la utilización de las cuotas y autorizaciones de captura. Es una tarea que no debiera postergarse.
La renovación de la flota pesquera y su fabricación de la Argentina. Es sabido que gran parte de los componentes de los buques que se fabrican en la Argentina son importados. Ello, seguramente, no podrá resolverse en el corto plazo, pero el armado y la fabricación final debe estar en manos de Astilleros privados y públicos nacionales, quienes pueden y debieran complementarse. La Argentina no puede seguir construyendo buques pesqueros, de investigación, barcazas, buques afectados a las fuerzas armadas y de seguridad, plataformas petroleras, etc. fuera del país y, por otra parte, resulta impostergable la renovación de la flota para terminar con los naufragios. Ello no debiera ser motivo para reducir los aranceles a la importación de buques en lugar de incentivar y buscar los medios de financiación para la construcción nacional y el consecuente empleo local.
Los Acuerdos y la explotación del recurso nacional debe transformarse en trabajo para los argentinos.
Dr. César Augusto Lerena
Experto en Atlántico Sur y Pesca, ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Ctes) ex Profesor Universidad UNNE y FASTA, Asesor en el Senado de la Nación, Doctor en Ciencias, Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Atlántico Sur, Malvinas y Reforma Federal Pesquera”, 2019) y articulista de la especialidad.
5 de octubre de 2019 ©