Cesar Lerena

Exploraciones sísmicas petroleras y su impacto sobre el Calamar Loligo en el Atlántico Sur.

En los últimos años, se ha evidenciado una preocupante disminución en las capturas del calamar Loligo gahi en las aguas de las Islas Malvinas. Esta especie, fundamental para la pesca española (especialmente para los armadores gallegos), representa un recurso clave cuya caída genera serios impactos económicos. A las dificultades propias del alto costo de operación en Malvinas se suman incertidumbres sobre el origen de esta merma. Diversas hipótesis han sido planteadas: desde la sobreexplotación del recurso hasta los efectos del cambio climático. Sin embargo, una de las causas que cobra creciente relevancia es el posible impacto de las exploraciones sísmicas offshore vinculadas a la industria de hidrocarburos.

Estas exploraciones, que implican el uso de ondas sísmicas para detectar yacimientos en el subsuelo marino, podrían estar afectando los estadios larvales y juveniles del calamar, alterando su ciclo biológico. En 2024, la situación fue tan crítica que se decidió no abrir la segunda temporada de pesca de Loligo en Malvinas debido a la escasa biomasa disponible, registrándose el volumen de captura más bajo desde 2016. Esta medida no afectó a otras especies, lo que refuerza la hipótesis de un impacto específico sobre el Loligo.

Frente a este escenario, consultado por SeafoodMediaGroup-FIS, el Dr. César Lerena (www.cesarlerena.com.ar) -experto en recursos del Atlántico Sur y presidente de la Fundación Agustina Lerena y el Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL)- ha liderado una revisión crítica de los Estudios de Impacto Ambiental (EsIA) realizados por consultoras como Serman y Asociados para empresas como Shell y Equinor. La conclusión es contundente: estos estudios, en su mayoría, no garantizarían adecuadamente que las actividades sísmicas no afecten negativamente a especies como el calamar Loligo.

Uno de los cuestionamientos se centra en que los EsIA son financiados por las mismas empresas beneficiarias, lo que compromete su independencia. En Argentina, el INIDEP (organismo técnico clave en temas pesqueros) no ha tenido un rol de dirección central ni los recursos necesarios para liderar estos estudios. Por otra parte, los informes producidos carecen de evaluaciones in situ, utilizan referencias desactualizadas, presentan deficiencias metodológicas y no incluyen medidas de prevención, mitigación o compensación. En definitiva, son considerados estudios teóricos y superficiales, diseñados más para cumplir con requisitos burocráticos que para proteger realmente el ecosistema marino.

A nivel internacional, también se han denunciado situaciones referidas a las exploraciones sísmicas. En países como Noruega, Sudáfrica, México y Namibia, los estudios ambientales han sido criticados por falta de rigurosidad científica y por ignorar los efectos acumulativos sobre especies vulnerables. La práctica de contratar consultoras “a medida”, que producen informes predecibles y complacientes, ha sido documentada en varias jurisdicciones. Algunos de estos casos han sido judicializados, revelando una creciente preocupación por la validez y utilidad de estos estudios.

En cuanto al impacto directo sobre las especies marinas, los efectos de las ondas sísmicas son diversos y graves: alteraciones en el comportamiento, desorientación, estrés, reducción en la alimentación y en la capacidad de reproducción. En el caso específico del calamar Loligo, se ha demostrado que es especialmente sensible a las vibraciones acústicas debido a su sistema nervioso y órganos sensoriales (como el estatocisto). Estas alteraciones pueden generar cambios en su distribución, disminución de su eficiencia alimentaria, interferencias en el desove y abandono de zonas de reproducción. La disminución sostenida de las capturas en Malvinas desde el inicio de las prospecciones sísmicas en la región coincide con estas alteraciones, lo que refuerza la hipótesis de un vínculo causal.

Además del Loligo, otras especies como la merluza, el bacalao y el atún también han mostrado respuestas adversas ante las prospecciones sísmicas: daños en órganos auditivos, mortalidad en etapas larvales, y cambios en los patrones migratorios. Casos documentados en Noruega, el Mar del Norte, el Golfo de México y Australia han reportado reducciones de hasta el 80 % en algunas capturas tras las actividades sísmicas. También se han observado caídas de hasta el 60 % en el zooplancton, base de la cadena trófica marina.

El Dr. Lerena alerta sobre un posible escenario de fraude ambiental si las licencias de exploración petrolera continúan siendo aprobadas sin evaluaciones rigurosas. Señala que, en muchos casos, los estudios se realizan después de adjudicar las áreas, sin considerar previamente la existencia de recursos pesqueros, sus ciclos migratorios ni el impacto en las comunidades costeras. Esto no solo es una omisión técnica, sino también ética y legal. Las medidas precautorias son escasas o inexistentes, y aunque países como Noruega han comenzado a implementar compensaciones económicas a los pescadores afectados, estas resultan insuficientes.

Desde una perspectiva de gestión responsable, la Fundación Agustina Lerena propone un modelo de evaluación ambiental continua y adaptativa. Los estudios de impacto no deben ser una “fotografía” única, sino un proceso dinámico que permita monitorear y corregir desvíos en tiempo real. Esto es especialmente importante en el caso de especies migratorias, cuya distribución y comportamiento pueden cambiar en función de múltiples factores. La armonización entre la actividad petrolera y la pesca es posible, pero requiere voluntad política, recursos científicos y un enfoque integral.

El modelo noruego, que contempla compensaciones y coordinación entre industrias, puede servir de referencia. Aunque perfectible, representa un punto de partida para entender que ninguna actividad productiva puede desarrollarse a costa de otra, y mucho menos cuando se trata de recursos naturales que sostienen economías regionales, empleo y soberanía alimentaria.

En este sentido, la Fundación Agustina Lerena no se opone a la actividad petrolera offshore, pero exige que se realice bajo estrictos parámetros de sustentabilidad. La organización ha comenzado a tomar medidas para asegurar que todas las empresas que operen en el Atlántico Suroccidental respeten la legislación ambiental vigente, tanto nacional como internacional. Esto implica no solo monitorear los EsIA presentados, sino también impulsar acciones correctivas y legales cuando corresponda. En conclusión, la caída en las capturas del calamar Loligo gahi en Malvinas debe interpretarse como una señal de alarma. Las exploraciones sísmicas petroleras no pueden seguir avanzando sin una evaluación seria de sus impactos. Se requieren medidas urgentes: fortalecimiento del rol del INIDEP, revisión integral de los estudios existentes, implementación de monitoreos en tiempo real, aplicación del principio precautorio y diseño de mecanismos de compensación y restauración. Solo así podrá garantizarse un equilibrio real entre el desarrollo energético y la conservación del ecosistema marino, en beneficio de todas las partes involucradas.

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